Cada día, miles de aficionados revisan de manera casi compulsiva las alineaciones del Fantasy Football, cambian jugadores, leen predicciones o comparan sus puntuaciones. Lo que parece un simple juego se va convirtiendo en una mezcla de emociones, donde la mente juega tanto como las estadísticas.
Hay portales especializados, como Apuestaes.net, que usan precisamente esta mezcla de estrategias, azar y emoción para hacernos ver por qué el Fantasy hace que tenga tantos seguidores como las propias apuestas deportivas de manera real.
Una de las claves de ese atractivo del Fantasy Football es que el usuario tiene sensación de control. En el deporte real, los aficionados no pueden influir en el resultado del partido, no pueden controlar cómo actúan los futbolistas, lo que sienten... En cambio, el Fantasy ofrece esa ilusión de estar al mando de un equipo, es decir, de tomar decisiones, elegir alineaciones o mover piezas que son estratégicas.
Se trata de una ilusión activa en el cerebro, que activa los mismos mecanismos que en las decisiones de liderazgo o de gestión. Sin embargo, en realidad los resultados van a depender de factores que son impredecibles, desde lesiones hasta decisiones del árbitro, estados de forma o simples golpes de suerte.
La psicóloga Ellen Langer ha descrito este fenómeno como la ilusión del control: la tendencia humana a sobreestimar nuestra influencia sobre eventos aleatorios. En el Fantasy, la ilusión se puede traducir en una necesidad constante de ir ajustando la plantilla, de cambiar de delantero, de probar un capitán distinto o incluso de fichar a una nueva promesa.
Y aunque muchas veces los resultados no van a cambiar, el mero acto de hacerlo nos hace sentir que somos competentes y activos, reforzando así esa preferencia y motivación por el juego.
Cada vez que un jugador de nuestro equipo marca o suma puntos, el cerebro va liberando dopamina. Es ese neurotransmisor de la recompensa del que tanto escuchamos en los últimos tiempos. Una pequeña dosis de placer que nos impulsa a seguir revisando, analizando y haciendo más movimientos.
Este Fantasy funciona como si fuera una especie de máquina de recompensa variable, similar a un videojuego o incluso a una casa de apuestas. No sabemos muy bien cuándo va a llegar la próxima gran recompensa y esto hace que el juego sea más atractivo todavía.
El fenómeno se conoce como refuerzo intermitente y es uno de los mecanismos que más poder tiene en el cerebro para generar comportamientos. Por eso, revisar esa alineación o buscar el próximo fichaje no solo responde a una lógica deportiva, sino a una especie de necesidad que hace que el cerebro busque esa afición de manera más apasionada.
En el Fantasy todos creemos ser mejores que los demás. Se trata de un sesgo de exceso de confianza que nos lleva a pensar que nuestras decisiones son más inteligentes que las de otros. Cuando, por ejemplo, una predicción sale bien (por ejemplo, fichamos a un jugador y sorprende), el cerebro refuerza esa creencia de “soy bueno”. Pero este sesgo también nos hace cometer algún que otro error.
De hecho, muchos managers mantienen jugadores con bajos rendimientos solo porque los eligieron al inicio, cayendo en ese llamado coste o precio hundido: la dificultad de abandonar algo en lo que ya hemos invertido mucho tiempo. Así, este exceso de confianza mantiene vivo el interés y refuerza el vínculo emocional con el propio juego.
El vínculo del Fantasy Football y las apuestas es cada vez más intenso. Y es que ambos comparten esa emoción en la estrategia, la anticipación y la propia recompensa. Puedes experimentar este tipo de emociones con plataformas fiables y seguras para hacerlo de manera siempre responsable, recordando que, ante todo, se trata de una afición, nada más.
Hay sitios especializados donde puedes encontrar comparativas de las mejores casas de apuestas que cuentan con información actualizada sobre hechos interesantes que van desde bonos de bienvenida hasta métodos de pago seguros. Eso sí, es fundamental, como hemos dicho, apostar con responsabilidad y recordar que, igual que en el Fantasy, el azar siempre tiene la última palabra, además de la estrategia que sigas.
El Fantasy no se juega solo. La comparación social es, por tanto, una parte esencial del atractivo. Competir con amigos o compañeros de trabajo añade ese componente emocional. Y es que cada partido se convierte en una especie de batalla sana por un estatus. Cuando un rival supera cada puntuación aparece ese roce, pero que en realidad es una motivación para mejorar.
Cuando lideramos la tabla disfrutamos de esas risas entre compañeros que refuerzan nuestra autoestima. Las redes sociales también amplifican todo esto, ya que compartir resultados o traspasos exitosos nos da un reconocimiento en público que simplemente gusta.
El FOMO (Fear of Missing Out, o miedo a quedarse fuera) es otro de los motores psicológicos que funciona muy bien con el Fantasy. Y es que en cada partido aparecen ciertos rumores, predicciones o noticias que pueden cambiar todo de forma drástica. Un manager puede perder la oportunidad de fichar a la nueva revelación o incluso de sustituir al jugador lesionado a tiempo.
El juego premia esa reacción rápida y penaliza el no hacer nada. Este miedo constante a quedarse atrás mantiene al jugador en alerta, revisando estadísticas y también notificaciones a todas horas. Desde el punto de vista psicológico, el FOMO puede generar ansiedad. Por eso hay que estar siempre pensando en que simplemente se trata de un modo de entretenimiento, nada más.
Más allá de las cifras, el Fantasy Football nos permite crear muchas historias, porque cada equipo representa una narrativa personal, desde ese héroe inesperado que marca un gol hasta esa traición o una remontada épica. Se trata de una construcción simbólica que da sentido al juego y lo convierte en algo emocionalmente significativo. Un equipo de Fantasy no es una lista de nombres sin más. Es, por tanto, una proyección de la propia identidad del manager.
Elegir a unos futbolistas y no a otros puede reflejar afinidades, gustos o incluso valores. Por eso, ganar o perder puede sentirse como si fuera una victoria o una derrota. Pero hay que recordar que, en el fondo, el Fantasy es simplemente un juego. Un juego que actúa a modo de entretenimiento y que no debe ir más allá de eso.
El Fantasy Football, como ves, es mucho más que un entretenimiento digital. Es un espejo de la mente. Un espejo donde se mezcla estrategia, azar, emociones y también muchos toques de psicología. Nos emociona porque activa nuestros deseos más profundos de control, competencia y esa conexión social tan importante. Y aunque los resultados muchas veces dependen del azar, vamos a seguir abriendo la aplicación cada semana, mirando nuestra alineación y pensando: “quizás esta vez podré ganar a mi compañero de trabajo”.
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